Cuando lo viste en la puerta vi como lo miraste, era casi como si quisieras desintegrarlo con la mirada.
-¿Qué haces aquí?-Le preguntaste haciendo que tu sedosa voz sonase llena de rencor. He de reconocer que en ese momento me atravesó un escalofrío de miedo.
-Vengo a vivir contigo.-Él te miró como si lo que había dicho fuera algo peor que la muerte.
-¿Y tus padres?
-Se han largado.
Os retasteis silenciosamente, con la mirada. Fue entonces cuando algo en tu mirada cambió. Lentamente sacaste la llave del piso y abriste la puerta, pero cuando parecía que tu primo iba a entrar le cerraste la puerta en las narices.
-¿Qué... qué haces?-Pregunté un poco temerosa de tu respuesta.
-No pienso cuidar de él.-Dijiste enfadado.
-Pero... ¿no es él tu primo?
-Sí, ¿y qué?
-Que es de tu misma sangre.
-Eso no significa nada.-Me enfureció tu respuesta.
-Eso es razón más que suficiente para que lo acojas, pero haz lo que quieras; cuando te quedes solo y sin que nadie te quiera no te quejes.
Estaba enfadada y me habría gustado haber podido meterme en mi habitación y cerrar la puerta de un portazo, pero fue entonces cuando me dí cuenta de que no tenía habitación; había estado durmiendo en el sofá desde que llegué, así que me encerré en el baño.
-Mónica-me llamaste dando golpecitos a la puerta-¿piensas quedarte ahí mucho rato?
-Sí, hasta que no dejes que tu primo se quede.-Repuse sentada en la bañera. No se estaba muy a gusto, pero no pensaba salir hasta que lo hicieses; además aprovechaba y miraba las ofertas de trabajo que ofrecían por el periódico.
-Suerte, porque ahí te vas a tener que quedar durante días.
-No me importa.
-Sal ya de una vez.-Dijiste a través de la puerta, noté tu enfado.
-No hasta que tu primo esté dentro.
-Tengo que entrar y no tengo ganas de tonterías.
-Pues deja que tu primo entre.-Dije mientras aún ojeaba el periódico.
Escuché como tus pisadas se movían alrededor de la puerta del baño y minutos después abriste la puerta del apartamento.
-Entra antes de que me arrepienta.-Le dijiste a tu primo.
Abrí la puerta del baño y te dejé entrar.
Tu primo y yo nos quedamos mirándonos fijamente, evaluándonos mutuamente.
-Soy Sergio.-Me ofreció la mano.
-Yo Mónica, encantada.-Te la estreché.
-Igualmente.-Me respondió.
-Más te vale, es por ella que te vas a poder quedar aquí.-Dijiste al salir del baño.
-Se han largado.
Os retasteis silenciosamente, con la mirada. Fue entonces cuando algo en tu mirada cambió. Lentamente sacaste la llave del piso y abriste la puerta, pero cuando parecía que tu primo iba a entrar le cerraste la puerta en las narices.
-¿Qué... qué haces?-Pregunté un poco temerosa de tu respuesta.
-No pienso cuidar de él.-Dijiste enfadado.
-Pero... ¿no es él tu primo?
-Sí, ¿y qué?
-Que es de tu misma sangre.
-Eso no significa nada.-Me enfureció tu respuesta.
-Eso es razón más que suficiente para que lo acojas, pero haz lo que quieras; cuando te quedes solo y sin que nadie te quiera no te quejes.
Estaba enfadada y me habría gustado haber podido meterme en mi habitación y cerrar la puerta de un portazo, pero fue entonces cuando me dí cuenta de que no tenía habitación; había estado durmiendo en el sofá desde que llegué, así que me encerré en el baño.
Una
hora después.
-Sí, hasta que no dejes que tu primo se quede.-Repuse sentada en la bañera. No se estaba muy a gusto, pero no pensaba salir hasta que lo hicieses; además aprovechaba y miraba las ofertas de trabajo que ofrecían por el periódico.
-Suerte, porque ahí te vas a tener que quedar durante días.
-No me importa.
Otra
hora más.
-No hasta que tu primo esté dentro.
-Tengo que entrar y no tengo ganas de tonterías.
-Pues deja que tu primo entre.-Dije mientras aún ojeaba el periódico.
Escuché como tus pisadas se movían alrededor de la puerta del baño y minutos después abriste la puerta del apartamento.
-Entra antes de que me arrepienta.-Le dijiste a tu primo.
Abrí la puerta del baño y te dejé entrar.
Tu primo y yo nos quedamos mirándonos fijamente, evaluándonos mutuamente.
-Soy Sergio.-Me ofreció la mano.
-Yo Mónica, encantada.-Te la estreché.
-Igualmente.-Me respondió.
-Más te vale, es por ella que te vas a poder quedar aquí.-Dijiste al salir del baño.
Me echaste una mirada en la que me preguntabas: ¿Estás contenta?
Y yo asentí presintiendo que él te haría mucho bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario